La propia familia del Presidente ha venido evidenciando la simulación, la incongruencia y el doble discurso de López Obrador.
AMLO no predica con el ejemplo y todo su sermoneo sobre las virtudes de la pobreza, la austeridad, la alimentación sana y vivir de manera sencilla y modesta, se contradice con el estilo de vida de la familia presidencial.
Cuando López invita al pueblo a ser austero y conformarse con sólo un par de zapatos, para no caer en el derroche y consumismo del neoliberalismo; sus hijos le contradicen presumiendo ropa, calzado y relojes de marcas ostentosas.
Cuando critica a aquellos beneficiados del poder, que se convirtieron de la noche a la mañana en empresarios prósperos; sus hijos surgen de pronto como empresarios emergentes de la industria chocolatera.
Cuando condena la vida de lujos y excesos de los juniors y pirruris de la clase política; sus hijos se placean en los mejores eventos deportivos, en antros y restaurantes exclusivos y se les descubren lujosas propiedades en el extranjero.
Cuando recrimina a la población por no comer sanamente y los invita a decir no a los productos chatarra, para privilegiar una dieta sana y balanceada; los López se regodean públicamente con notable sobrepeso.
Cuando asegura combatir la corrupción y la impunidad, deja sin fondos a las instituciones encargadas de combatirlas y bloquea toda investigación a familiares y amigos, implicados en actos de enriquecimiento inexplicable y sobornos.
López obrador, desde el pulpito de Palacio Nacional predica sus mandamientos de austeridad y autocontención, para no caer en las tentaciones de los pecados capitales del neoliberalismo; mientras su familia le contradice con el ejemplo.
Sin duda, quien no puede poner orden en su casa, menos podrá poner orden en el país.