Opinión de Mátalas Callando
Okey, ya nos quedó clarísimo, López Obrador continúa siendo el rey del borlote, aunque tenga que pagar para sentirse apapachado y esa es la parte que me conflictúa, pues aunque, me interesa cinco metros de chorizo que fueran o no miles de acarreados a su llamado, lo que me revienta es que utilicen parte mi dinero para alimentar su ego; podrá haber abarrotada la explanada del Zócalo (díganle que sí porque si no llora) pero al final del camino lo que importa no son quienes van a olerle las enaguas, sino los que acudan las urnas a votar, ya que con nuestro sufragio podremos conocer que tan elevados o bajos son los niveles de popularidad el tabasqueño.
Aún, cuando se trató se disfrazar la convocatoria de López Obrador como una “celebración” de sus cuatro años de gobierno, la realidad es por todos conocida. El señor estaba que ni el sol lo calentaba por la marcha del pasado 13 de noviembre, donde miles de mexicanos tomaron “sus calles” para demostrarle su oposición a sus reformas electorales.
La marcha rosa se convirtió en una expresión de rechazo contra el primer gobernante de izquierda de México, que basa su popularidad en amplios programas sociales y en obras faraónicas que continúan sin cuajar.
Como era de esperarse, el Peje negó que su llamado fuera un desafío opositor del pasado 13 de noviembre y asegura que fue para «celebrar» logros en los ámbitos social, económico e incluso de seguridad. El cinismo en su máxima expresión, porque ¿hay algo que celebrar?, con una sociedad totalmente polarizada, con un crecimiento irrisorio y hasta inexistente, pero sobre todo el sexenio de López Obrador se perfila como el más violento, ya que registra 121,655 homicidios, cifra superior a lo contabilizado con Felipe Calderón (120,463) y está a poco más de 34 mil de superar los ocurridos en el periodo de Peña Nieto.
Según cifras del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública (SESNSP), han ocurrido 118,192 homicidios dolosos y 3,463 feminicidios, que sumados alcanzan las 121,655 muertes violentas.
Sin embargo, al actual sexenio le faltan por sumar los asesinatos que ocurran en los próximos 24 meses, lo que demuestra la fallida estrategia de seguridad, claro, si hubiera tal.
A todos, menos a sus seguidores, les queda claro que fue la movilización del odio, de la división, de la desigualdad, de la corrupción y, por ello, varios analistas políticos coinciden en señalar que fue la marcha de despedida, tanto del invasor de Palacio Nacional como de Morena.
Fue una concentración llena de acarreados, en donde obligaron a empleados tanto del gobierno federal como de la Ciudad de México, de muchas alcaldías y de distintos estados de la República a asistir.
Efectivamente, hubo miles de personas en la calle, pero la gran mayoría condicionada por los programas sociales; comerciantes de la capital del país amenazados con quitarles su puesto o cerrarles su local si no iban a esa marcha.
Tampoco pudieron faltar cientos de servidores públicos que trabajan para el partido en el poder, a gobernadores morenistas de diferentes estados del país, a presidentes municipales que no quieren perder sus privilegios ni los millones de pesos que se roban del erario público.
Y, por si fuera poco, personal de la Guardia Nacional vestido de civil que se presentaron para acompañarlo, en lo que se consideró el principio del fin.