Por Alfredo Oropeza
El presidente López Obrador se autoaisla en su Palacio Nacional, privilegiando el resguardo de las piedras, puertas y ventanas de su residencia virreinal, a tomar nota con seriedad y buena voluntad la demanda más sentida por las mujeres de nuestro país: romper el “Pacto Patriarcal”, la violencia de género, el acoso, las agresiones físicas y sexuales, el sometimiento machista y los feminicidios, cada vez más crecientes en el país.
López no entiende que no entiende a las mujeres y se escuda en su acostumbrada construcción de narrativas de complots, manipulaciones e infiltraciones de movimientos opositores, conservadores y hasta insurrectos, en su contra. Sin comprender que las demandas de los movimientos feministas son legitimas y muy sentidas, para construir una sociedad mexicana más justa, equitativa, paritaria e igualitaria, en favor de las mujeres y menos tolerante al machismo patriarcal.
Lejos de reconocer lo mucho que falta por hacer en contra de la violencia de género, el presidente se encapsula y resguarda, no sólo con vallas físicas alrededor de su ostentoso Palacio, sino en su realidad alterna donde toda protesta, crítica y replica es un ataque en su contra, contra su gobierno y, por tanto, traición a la “patria”, porque no existe la “matria” y el Patriarca es él.
El 2020 fue el año donde se rompió el récord de más feminicidios, más asesinatos de mujeres por razones de género y más alertas de género por violencia contra las mujeres, según los informes que corresponden al Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública. No hay “otros datos”.
De los delitos cometidos en México, de enero a noviembre de 2020 hubo 888 víctimas de feminicidio en el país, 1.72 por ciento más que en el 2019, cuando hubo 873 casos. En nuestro país asesinan diariamente a diez mujeres en promedio, por el sólo hecho de ser mujeres, por violencia familiar o sexual, por odio y por machismo.
Las instituciones son incapaces de prevenir y castigar la violencia contra las mujeres. No hay una estrategia, ni plan nacional para garantizar la justicia a los continuos casos de violencia y feminicidios en el país. Todo lo contrario, en la era de la 4T al abusador sexual, al acosador y al feminicida se les premia con candidaturas.
Lo más grave, es la indolencia del presidente, que evade, minimiza y hasta condena toda expresión de indignación y demanda a no solapar, ni tolerar a personajes políticos con demandas de acoso y violación. Las protestas sólo le generan hueva y fastidió, al grado de hacerle externar un “Ya chole con lo de Macedonio”.
Al final, el monumento a la insensibilidad e indolencia del Gobierno de 4Ta, ante la trágica realidad que viven millones de mujeres mexicanas, es la construcción de su propio muro “Región 4T”.