Por Alfredo Oropeza

El pasado 6 de junio, los resultados electorales preliminares otorgaron el triunfo a la Coalición Va por México en Naucalpan, resultados que fueron confirmados en el computo municipal concluido el jueves 10 de junio.

Fuera del fervor y el triunfalismo excesivo, es de poner los pies sobre la tierra y analizar lo que fue el resultado real de dicho proceso. El cual, más allá de los resultados cuantitativos obtenidos, es de valorar y reconocer los resultados cualitativos que demeritaron un proceso desaseado en la designación de las candidaturas y que omitieron ejercicios mínimos de consenso, inclusión y cicatrización, por lo menos en Naucalpan.

Por primera vez, en la historia del panismo naucalpense, las candidaturas se decidieron en una mesa fuera de Naucalpan, por actores ajenos al municipio, en un contexto de imposición, excluyente y autoritario. Lo que generó un ambiente de inconformidad y enojo, por parte de un segmento representativo de la militancia y que derivó, de manera muy lamentable, en la deserción de conocidos panistas que, hasta antes del proceso, tuvieron un historial de décadas de participación en Acción Nacional.

En este ambiente de frustración y disgusto, de una gran parte de la militancia, se desarrolló una campaña inusual y poco convencional en el municipio, que más allá del resultado, dejó mucho que desear y de la cual pudiera aplicarse la conocida frase de Felipe Calderón: “Ganamos haiga sido, como haiga sido”.

Pero ¿cuál fue el saldo real de la elección del 6 de junio?
De entrada, las decisiones tomadas desde “la dirigencia” siempre fueron encaminadas a designar sólo a actores incondicionales y aquellos que juraran solemnemente apoyar ciertas aspiraciones personales, rumbo a 2023. Al fin y al cabo, con los votos del PRI se iba a ganar y no importaban los perfiles, la militancia, ni la competitividad.

Si con los votos del PAN, PRI y PRD daban para ganar, ¿por qué no agandallarse lo más posible?
En lo cuantitativo, se configuraba un escenario en que la Coalición podría alcanzar una votación media de 200 mil votos, suficientes para derrocar al gobierno municipal morenista, que sólo podría esperar una votación media de 130 mil votos.

El resultado definitivo de la jornada electoral fue el siguiente:
Para el PAN se esperaba una votación media de 110 mil votos y terminó en 109,009 votos, en tanto del PRI se esperaba de 80 mil y resultó en 63,138, mientras que el PRD se proyectaba en 10 mil y cerró en 5,074 votos. Es decir, los tres partidos no pudieron tocar y menos rebasar su votación media esperada; mientras que morena sólo pudo alcanzar 108,809 votos, muy por debajo de los 130 mil votos esperados.

Lo anterior, evidencia que el esfuerzo de las campañas y el resultado electoral no cumplieron el objetivo de alcanzar más votos, para tocar o rebasar las metas, sino no perder más votos el día de la elección. Al final, quien perdió el mayor número de votos fue la coalición encabezada por Morena.

Partido a partido, el PAN apenas pudo lograr una ligera ventaja de 200 votos por encima de Morena.
Más allá de las metas de cada partido, lo interesante es conocer cuanta votación perdió cada partido en 2021, respecto a la votación obtenida en la elección anterior de 2018. Dado que, ahí se revela la importancia que tuvo el sector de la clase media y clase media aspiracional, para darle un revés al gobierno municipal, a través de su voto de castigo contra el partido gobernante en la localidad.

Principalmente, debido al rechazo del Plan de Desarrollo Urbano, además del sentimiento de hartazgo y perdida, respecto a los rezagos en seguridad, mantenimiento urbano y deterioro de la economía.

En lo municipal, el PAN pasó de una total de 139 mil votos a 109 mil, con una resta de -30 mil votos; en tanto el PRI pasó de 73 mil a 63 mil votos, con casi -10 mil votos de diferencia; mientras que el PRD se quedó a medio gas pasando de 10.7 mil votos a 5 mil, perdiendo -5.6 mil votos. Por su lado, Morena es el que más respaldo perdió, pasando de 151.6 mil votos a 108.8 mil.

En cuanto a localidades urbanas, definidas en Pueblos, Colonias y Fraccionamientos, el PAN cifró sus esperanzas en que el hartazgo de la clase media aspiracional lograra cerrar la brecha de votos en la zona popular y los pueblos, de los cuales perdió todas las secciones, y que una mayor participación de la clase media, en la zona residencial, le diera la diferencia suficiente para ganar. Y así sucedió, el único segmento donde creció la votación en favor de Acción Nacional fue en los fraccionamientos, respecto a 2018, pasando de 57 mil a 61.7 mil votos.

Respecto a 2018, el PAN es el único partido que tuvo una recuperación de votos sólo en los fraccionamientos, representando 4,717 más que en 2018, fuera de ello perdió casi 30 mil votos en las colonias populares y cerca de 5 mil en los pueblos, teniendo un saldo de -30 mil votos.

En tanto que el PRI, no pudo lograr el efecto rebote esperado, tras la caída que sufrió en 2018, donde obtuvo su peor resultado (73 mil votos), en esta elección la Coalición no pudo motivar la participación favorable de un gran número de priistas y propicio el efecto contrario, cayendo aún más en su votación (63 mil votos), dejándole un saldo de casi -10 mil votos. Pero, suficientes para sumar la diferencia requerida y darle el revés a la coalición de Morena.

Al final, el resultado se debió a que Morena fue el que más cayó en el apoyo ciudadano, asumiendo la mayor pérdida de votos en los distintos segmentos de la población de Naucalpan.

Del análisis del comportamiento ciudadano, en la elección del pasado 6 de junio, queda la reflexión de no echar las campanas al vuelo y razonar de manera consciente sobre la gran responsabilidad que se adquiere con los ciudadanos, que nos están llamando a no defraudar su confianza y no desperdiciar la última oportunidad que se nos da.

Espero que quienes fueron favorecidos por las imposiciones de la cúpula partidista y el voto ciudadano, estén a la altura de dicha responsabilidad.