Por Alfredo Oropeza
Leyendo la noticia de que la actual presidenta municipal de Naucalpan se inscribió, el día de ayer, al proceso de selección de candidatas y candidatos a presidentes municipales del partido Morena, con la intención de reelegirse, las primeras palabras que vinieron a mi mente fueron: ¡con qué cara!
¿Con qué cara Patricia Durán volverá a presentarse ante los vecinos de Naucalpan, para pedirles nuevamente un voto de confianza, después del pésimo desempeño de su gobierno?
Aún más, cuando hoy el municipio presenta los peores índices de inseguridad de las últimas décadas. Donde los homicidios se han vuelto costumbre en las colonias; donde la extorción y los levantones a los ciudadanos, por parte de la autoridad y los responsables de la seguridad, se dan todos los días; donde el narcomenudeo creció como nunca y de manera inexplicable, desde el arranque de esta administración; donde el robo a casa habitación, negocios, automóviles y a transporte público, son las notas diarias en los medios de comunicación; y donde las principales víctimas del ambiente de inseguridad son las mujeres, quienes sortean todos los días los lamentables casos de acoso, violencia, violaciones y feminicidios.
Mientras que el aparato de seguridad, la primera línea de batalla contra la delincuencia, que son los elementos de policía, se encuentran al final de la lista de prioridades para este gobierno: mal pagados, mal uniformados, mal equipados y expuestos, no sólo contra las bandas criminales, sino también ante los riesgos de contagio por Covid-19. Son pocos o nulos los incentivos que reciben para desempeñar profesionalmente su función, al grado que es penoso ver a las viudas de los elementos caídos manifestarse, para recibir el seguro de vida de quien era el sostén del hogar.
Después de dos años de gobierno morenista en Naucalpan, nada ha cambiado, mucho menos mejorado, sino todo lo contrario. Las calles, andadores y avenidas carentes de mantenimiento, saturadas de desperfectos urbanos y baches, muchos de ellos generados por el propio Organismo de Agua, que poco hace por tapar los hoyos que deja por todo el municipio.
La obra pública ha estado ausente en los pueblos, barrios, colonias y fraccionamientos. Y la poca obra pública que pueden presumir lleva más de diez meses en ejecución, dejando un paisaje de abandono y destrucción en San Bartolo Naucalpan.
La economía local estancada, por el descontrol y la pésima estrategia de contención de la pandemia. Los negocios en la Cabecera Municipal de Naucalpan quebrados o al borde de cerrar, por la absurda e improvisada decisión de cerrar todas las vialidades del centro del municipio.
Comerciantes formales e informales, locatarios y vecinos del lugar, son los más afectados y la autoridad municipal no ha implementado algún incentivo para compensar el daño causado por sus caprichosas ocurrencias.
Por si fuera poco, el gran daño a largo plazo que heredera el actual gobierno municipal a los colonos del municipio, con la aprobación del nuevo Plan de Desarrollo Municipal. Un plan en el que se desoyó e ignoró la opinión de miles de vecinos y las representaciones de estos, impuesto con autoritarismo y prepotencia, motivado más por intereses económicos que por garantizar una ciudad ordenada, sustentable y sostenible.
Con que cara se va a presentar Patricia Durán ante los vecinos de Naucalpan, cuando con desaire e indiferencia los ha ignorado durante estos dos años de gestión. Y, cuando lo único más relevante de su período fue la tan sonada boda real en Cuernavaca, en pleno semáforo rojo de la pandemia.
Tal vez, porque la presidenta municipal, en su afán de reelegirse, le apuesta a la memoria corta de la gente y que la ola lopezobradorista le haga nuevamente la chamba para ganar.