Por Alfredo Oropeza
Con la inseguridad desatada y la pandemia descontrolada en todo el municipio; con la peor imagen jamás recordada de San Bartolo Naucalpan (cual película de apocalipsis zombi), con calles maltrechas, parques derrumbados, gente deambulando de un extremo a otro, entre escombros y negocios cerrados o al borde de la quiebra; con manifestaciones cotidianas de comerciantes establecidos, ambulantes, policías y viudas de policías fallecidos por Coroavirus; con vecinos enardecidos por los intentos de construir tiraderos o inmuebles en áreas verdes y zonas de reserva ambiental; con colonos y asociaciones de vecinos movilizándose y organizándose para tirar abajo el peor Plan de Desarrollo Urbano jamás presentado; con la policía de tránsito desatada levantando multas a destajo, para palear con la baja recaudación municipal; y con el ayuntamiento al borde de la quiebra financiera.
El timing político, del gobierno municipal morenista y de su presidenta Durán, está mal sincronizado. Una crisis sucede a otra, hasta acumularse todos los problemas y abrir varios frentes de batalla, a vísperas del año electoral.
Probablemente, esta es la mejor evidencia del desorden político, administrativo, operativo y financiero, que viene propiciándose dentro del gobierno municipal morenista. Provocado por la improvisación, la inexperiencia, el desconocimiento del municipio, la lucha interna de facciones por influir en la presidenta y hasta por la indolencia de quienes fueron integrados a este gobierno.
Así, el municipio se está conduciendo hacia la ingobernabilidad, ante el descontrol y confusión del gobierno municipal, tratando de apagar todos los fuegos propiciados por su descuido o empecinamiento de atizarlos al mismo tiempo.
Por ello, la reciente renuncia del Comisario de Seguridad Ciudadana, Lázaro Gaytán. Mejor salir antes de que el polvorín estalle, de reclamos por el fracaso de la estrategia de seguridad, y mejor dejar la bomba de tiempo a otro. Claro, menos allegado a la presidenta Durán.
Las autoridades responsables, permanecen pasmadas e impávidas, sin responder o actuar, ante la decisión ocurrente de levantar el centro de Naucalpan y mantenerlo peor que la cabecera de San Pedro de los Aguaros, con escombros y vialidades polvorientas cerradas, debido a las obras inconclusas. Ante los reclamos de vecinos, comerciantes establecidos y ambulantes que exigen la apertura inmediata de la Cabecera Municipal, por la grave afectación económica a los negocios locales.
En tanto, policías y deudos de elementos acaecidos por contagio de Covid-19, se vuelven el paisaje permanente en el Ayuntamiento, exigiendo mejores condiciones salariales y laborales; así como, el pago de prestaciones y seguro de vida a las viudas de los ya fallecidos.
Mientras, en zonas como San Mateo o Río Hondo, vecinos exigen la preservación de sus reservas naturales y áreas verdes, entorno a sus comunidades; como es el caso de la Barraca del Murciélago, reserva natural de recarga de mantos freáticos y con un micro ecosistema existente, en la cual hubo la tentativa de afectarlo con maquinaria para adaptar un tiradero de residuos sólidos. Asimismo, el caso de Río Hondo y La Independencia, donde los vecinos se organizan para defender las pocas áreas verdes y parques, que lograron preservarse ante el crecimiento urbano de la zona.
Si no fuera suficiente, la presidenta municipal tiene el desatino de presentar una propuesta de Plan de Desarrollo Urbano ambiguo, opaco, plagado de inconsistencias y que pretende la sobre densificación, no solo de las comunidades ya establecidas, en el caso urbano del municipio, sino también para las reservas territoriales aún sin urbanizar.
Más viviendas, más densidad para la construcción de edificios en zonas residenciales y pobres proyectos de amortización del impacto ambiental, abasto de agua, zonas de desarrollo para la generación de empleos y delirantes trazos de propuestas viales inviables. Un Plan sólo conveniente a los intereses de los grupos económicos afines y cercanos al negocio familiar, pero perjudicial para la calidad de vida de los que vivimos en Naucalpan.
Y como cereza del pastel, el quebranto financiero del municipio. Por el cual, el gobierno ha recurrido a más endeudamiento público, pero no para invertir en obras y programas que ayuden a la población, en estos tiempos de pandemia, sino para sostener a la enorme burocracia. Por ello, el ayuntamiento aprobó la solicitud de otro crédito por 275 millones de pesos, para apenitas poder salvar el pago de las quincenas, prestaciones y aguinaldos del personal, hasta el 31 de diciembre del presente año.
No es casual que el gobierno municipal haya reactivado las multas de tránsito, pues la crisis financiera amerita buscar otras fuentes de financiamiento, que permitan exprimirle más dinero a los ciudadanos que transitan en el municipio.
Así cerrará su segundo año de gestión, éste gobierno morenista de Naucalpan: entre protestas e inconformidades de colonos, comerciantes, servidores públicos y policías municipales; con el Centro de Naucalpan como retrato fiel y reflejo de lo que significó este gobierno en nuestro municipio; y con las finanzas por los suelos, derivado a la impericia e imprevisión de los responsables de imponer orden y eficacia, en las áreas administrativas y operativas del Ayuntamiento.
Eso sí, el año cerrará como cuento de hadas: Con una feliz boda y un “vivieron felices para siempre”.