Por Alfredo Oropeza
Con tantos frentes abiertos convertidos en crisis mediáticas, en los temas de inseguridad, pandemia, obras inconclusas, quebranto financiero y enardecimiento de vecinos y organizaciones de colonos –por la imposición de un Plan de Desarrollo Urbano aberrante–, además de la pésima evaluación ciudadana a su gestión, ¿en verdad pretende reelegirse la presidenta municipal?
Resultaría absurdo o suicida, por parte de la gobernante en turno, pensar o delirar en sus pretensiones de candidatearse nuevamente para el mismo puesto, en el cual ha sido constantemente mal evaluada y hasta reprobada por sus gobernados. O caso contrario, estaría exagerando de egolatría y soberbia, para vivir en el autoengaño de que la propia personalidad basta y sobra, para ganar una reelección, a pesar de los fracasos y crasos errores en su gestión.
Probablemente sea lo segundo, además de estar encomendándose nuevamente a la “Falla de San Andrés”, prendiéndole su veladora y confiando que nuevamente la ola lopezobradorista haga toda la chamba (que se dejó de hacer) y le dé el empujón necesario, para volver a ganar otra elección de panzazo.
Sólo así se explica la actitud tan campante, desairada y despreocupada de la presidenta Durán, quien ha venido acumulando malas notas, escándalos mediáticos y abriendo frentes de severa crítica, durante sus dos años de gestión, en temas fundamentales para los vecinos de Naucalpan.
En principio, es de resaltar que no hay casa encuestadora que no la coloque en el sótano de las calificaciones ciudadanas, durante los dos años que lleva gobernando. Mes con mes, el gobierno municipal de Naucalpan y su presidenta, se disputan los últimos lugares como los peor evaluados en el país, manteniendo una desaprobación promedio del 70% de los ciudadanos encuestados y compartiendo la tabla baja, como una de los peores alcaldes mexiquenses, junto con Atizapán de Zaragoza y Coacalco.
En cuanto a la seguridad pública, que es el tema que mayormente preocupa a los vecinos del municipio, el Inegi coloca a Naucalpan como uno de los municipios más inseguros del país y donde sus ciudadanos perciben que su comunidad es más peligrosa hoy, que hace dos años. El resultado registra que el 88% de los encuestados afirman que el municipio es inseguro, colocándonos en el 3er lugar nacional en percepción de inseguridad, sólo detrás de Coatzacoalcos y Ecatepec.
Por otro lado, el actual gobierno municipal sólo puede presumir “sobras”, ya que son varios los ejemplos de obras inconclusas en el territorio municipal, que mantienen como zona de desastre a varias comunidades del municipio; destacan las comunidades de San Antonio Zomeyucan, la Hidalgo o San Bartolo Naucalpan, donde podemos encontrar calles y banquetas levantadas, debido a obras que no tienen para cuando acabar o peor, que ni siquiera se han iniciado.
Lo anterior, se explica por la severa crisis financiera que sufre la administración municipal, derivado del mal manejo presupuestal y la falta de previsión de las autoridades, para sortear la caída de la economía local y de los ingresos, principalmente los provenientes del gobierno federal. El Ayuntamiento de Naucalpan y su Organismo de agua (Oapas), están la borde del quebranto financiero, al grado de no tener recursos suficientes para cumplir con sus deudas a proveedores, a contratistas y sus compromisos laborales, principalmente con el personal sindicalizado y los elementos de seguridad pública.
Como si eso no fuera poco, la presidenta Durán voltea la mirada y hace oídos sordos, ante la legitima protesta ciudadana hacia su petulante actitud autoritaria y prepotente, de imponer un Plan de Desarrollo Urbano a todas luces ventajoso para el negocio de la familia y desastroso para la calidad de vida y bienestar de los que aquí eligieron vivir. De manera individual y colectiva, vecinos, copacis, delegados, asociaciones y coaliciones de colonos, han manifestado una y otra vez –de manera formal, legal, mediática o activista– su desacuerdo e inconformidad al fraude de “consulta ciudadana” (en plena pandemia) y la ya cantada intensión de imponer dicho Plan.
Sin embargo, todo indica que pesan más los negocios familiares y los compromisos económicos, que la opinión informada de los vecinos de Naucalpan. En todo caso, los ciudadanos serán testigos de cómo, con sobrada indiferencia y arrogancia, Patricia Durán y su cabildo morenista aprobarán el PDU.
Por último, como cereza del pastel, está la pandemia descontrolada en el territorio municipal, donde la autoridad municipal ha perdido toda calidad moral para llamar al orden y respeto de las normas de sana distancia, uso de cubrebocas, guardarse en casa y evitar conglomeraciones. Cuando es la propia presidenta la que pone el mal ejemplo y decide efectuar su boda real con su príncipe encantador, el excomisario municipal. Teniendo como marco de la ceremonia civil, un brindis y la cena con más de150 asistentes, entre invitados y personal de servicio.
Ante el recuento de daños, persiste la pregunta: ¿en verdad pretende reelegirse Patricia Durán? De ser cierto, o esta sobrada de confianza o vive encerrada en una burbuja, donde su presidencia es algo parecido a un cuento de hadas y, tras la boda y la aprobación del lucroso Plan de Desarrollo Urbano, vivirán felices por siempre.