Por Alfredo Oropeza
En la recta final de su segundo año de gestión, el gobierno de Naucalpan, encabezado por Patricia Durán, ha construido una cortina de indiferencia ante los reclamos ciudadanos que cada día son más crecientes, entre los vecinos de Naucalpan.
Muchas son las demandas y exigencias de los ciudadanos del municipio, ante la creciente inseguridad en sus comunidades, el rezago de obras, las fallas en el suministro de agua, la protección de áreas verdes amenazadas, la falta de sensibilidad ante el quebranto de negocios en la cabecera municipal y la protesta de colonos en contra de la farsa de “Consulta Ciudadana” a su propuesta de Plan de Desarrollo Urbano.
El Gobierno municipal morenista ha decidido aplicar la autoritaria política de: “ni los veo, ni los oigo”.
Probablemente, la mal asesorada presidenta de Naucalpan está apostando a la corta memoria de los ciudadanos o en que será suficiente amalgamar una improvisada estructura electoral, que le garantice el voto clientelar por las dádivas asistencialistas que otorga su gobierno, para poder cumplir sus sueños de reelección.
Pues más allá de construir confianza entre los vecinos de Naucalpan, su gobierno se ha empecinado por destruirla, abriendo varios frentes de resistencia y protesta en contra de los actos y mal desempeño de la actual administración.
Así se administra la ingobernabilidad en el municipio, a días previos del año electoral, actuando como si no pasara nada y estirando la ya tensa liga de inconformidad social, esperando que no se rompa hasta librar las elecciones.
En el gobierno morenista de Durán mucho preocupan, pero poco se atienden, las demandas crecientes de vecinos y asociaciones de colonos, por atender las lamentables condiciones de inseguridad; por avanzar en las obras pendientes en varias colonias y la cabecera municipal, donde se levantaron calles para ser repavimentadas y, hasta la fecha, sólo tienen terracería; por reaperturar las principales vías del centro de Naucalpan, para acabar con el estrangulamiento a negocios y las tortuosas horas perdidas para librar el cierre de la cabecera; y para frenar una “Consulta” al vapor, poco legible y nada transparente, que busca legitimar la imposición de un Plan de Desarrollo Urbano unilateral, dedicado a satisfacer intereses y negocios personales o familiares, más que atender las aspiraciones de un municipio ordenado, sustentable, prospero y con calidad de vida.
Poco importa la indignación social, teniendo como mejor válvula de escape la simulación en la atención de las peticiones, de quienes se manifiestan en contra de los actos u omisiones de la autoridad. Poco interesa a la presidenta Durán los escritos, las firmas recabadas y las caravanas de vecinos del municipio, en contra de la “Consulta” al Plan de Desarrollo Urbano propuesto por ella.
Pesan más los intereses detrás de ella, que la rendición de cuentas ante los ciudadanos. Y, a falta de argumentos razonables y coherentes, es riesgoso y precipitado dar la cara ante los vecinos irritados e indignados.
Por ello, la presidenta municipal apuesta a que el tiempo diluya y atempere el ambiente; para que, en su debido momento, pueda salir y verle la cara nuevamente a los ciudadanos. Pero ahora, en la búsqueda de su voto y con miras a poder reelegirse.
Tras dos años de una desastrosa gestión, en la que parece que nada ha cambiado, ni nada ha mejorado; al contrario, parece que todo ha empeorado. Dos años de los cuales, por más esfuerzo de memoria que uno pueda hacer, no se recuerda alguna obra o acción relevante de este gobierno; tal vez, lo único que se recordará de él es su indiferencia ante las manifestaciones sociales.
Dos años de gobierno morenista que pasaron tan rápido, que no les dio tiempo de hacer nada. Dos años donde sólo se dejará como legado el desorden financiero, administrativo y operativo, en el gobierno municipal.
Sin embargo, el optimismo de la presidenta municipal está a tope, a tal grado que uno se pregunta: habrá que tener mucho valor y poca memoria, para volver a salir a las calles, pararse frente a los ciudadanos y pedirles nuevamente su voto de confianza.
Una confianza que nunca pudo cimentar.